martes, 17 de marzo de 2009

Relatos de miedo por capítulos: "El Encargo"


Capítulo V

Existe un espacio de tiempo que se me escapa de estar acostada en la cama profundamente dormida a caminar, como ahora me encuentro, por el pasillo del piso superior de la casa. Sumida en una especie de semiinconsciencia, bajo las escaleras casi como flotando, realmente no se si estoy dormida o despierta. Tengo la sensación de tener los ojos cerrados e ir soñando lo que va pasando. Una vez abajo, en el salón, tengo la necesidad de encender mi portátil, claro, estoy tan obsesionada con este trabajo que aún durmiendo no puedo dejar de intentar escribir. Creo que en este momento empiezo a recuperar la conciencia, y duele. La cabeza emite un pitido que me levanta una jaqueca terrible y mi estómago empieza a descomponerse en busca de la arcada. Apunto de caerme al suelo una voz me saca de mi estado, “Amy” repetidas veces cada vez mas fuerte. Y dentro de mi ensoñación parece lógico que esa sea la voz de mi madre que se me aparece saliendo de entre las sombras en camisón. Su aspecto está más envejecido y el gesto de su cara solloza mientras me habla.

- “¿Por qué Amy? ¿No te das cuenta? Estas a punto de perder”.

- “¿De perder qué, mama?.

- “Además, las sabanas están sin planchar”.

- “¿Qué?, mama, ¿qué haces aquí?”.

- “Luego no digas que no te lo advertí, te tengo tanto cariño”.

- “Mama, duerme conmigo esta noche, no quiero dormir sola, como cuando era pequeña”.

- “Tu no has sido pequeña nunca, ¡no has sido pequeña nunca!”.

Esto último me grita en la cabeza, intento llevarme las manos a los oídos pero me doy cuenta que no puedo moverme. Inicio una lucha titánica por despegarme del sitio mientras mi madre vuelve a las sombras moviendo la cabeza de un lado a otro, quisiera gritarla para que no lo hiciera pero tampoco puedo hablar. El pitido vuelve con más fuerza y justo cuando creo que me voy a volver loca empiezo a ver el techo sobre mi y a sentir la cama bajo mi espalda. De pronto un silencio casi vergonzoso salvo algún que otro grillo protagoniza la sala, y solo yo empapada en sudor, y el alivio de la conciencia de haber salido de una pesadilla. El que me encuentre mi portátil encendido cuando me levanto al día siguiente es un hecho al que no pienso darle importancia.

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