jueves, 24 de julio de 2008

la chica que bailaba sola



La primera vez que me encontré a alguien fue un día de lluvia, eso me hizo sentir mas lejos de todo, en el Apocalipsis no llueve igual, la lluvia es diferente, la atmósfera, todo, es como si te dieran un pedazo parecido a lo que era tu vida antes pero con un sabor y un olor que no se parece en nada, como para torturarte. Yo trataba de refugiarme en cualquier sitio, un portal abierto, un coche, lo que fuera, el destino no me fue favorable, entonces la vi, como un espectro, como parte de la lluvia a Estelle, o así es como yo la llamaba, bailaba debajo de todo esa agua como llevada por ella, el pelo largo mojado se movía en cada vuelta, llevaba un vestido que en otra época seguro que le sentaba increíble pero ahora estaba tan delgada que parecía que el vestido le llevara a ella, daba vueltas y mas vueltas mirando a la nada, y reía, pero con una sonrisa propia de geriátrico, llevaba una felicidad forzada. Me quede un buen rato mirándola, apreciando esa belleza desesperada, el cuadro me parecía… en fin, apocalíptico. Me acerqué sigilosa, cualquiera sabe lo que puede ocurrir. Empecé a hablar tímida intentando seguirla, muchos “hola” y “¿estas bien?” salieron de mi boca sin ninguna respuesta, ella seguía dando vueltas subiendo la cabeza hacia la lluvia, en algunos momentos parecía como si murmurase algo, a veces incluso ponía las manos como si bailase con alguien, si no fuera por la lluvia parecía como si estuviera llorando pero con esa sonrisa loca como si ya nada importase. Seguí preguntando “¿Por qué haces esto?” “¿sabes si hay mas gente?” pero en el fondo sabía que no iba a recibir ninguna respuesta, si es verdad que tenía cierto interés en saber de la existencia de algún ser vivo pero en el fondo me importaba mucho mas el que todavía quedara algún bar con reserva de alcohol que estuviera intacta y mientras tuviera víveres y alguna que otra casa habitable me bastaba, no echaba mucho de menos al ser humano así que ¿Por qué no le iba a pasar lo mismo a Estelle? Tal vez se pasó toda su vida esperando la persona adecuada, preparada para la ocasión con su vestido nuevo que tan bien le quedaba hasta que llegó el Apocalipsis y tras entender que realmente no iba a aparecer nadie empezó a disfrutar de ella misma. Allí la deje, bailando esa macabra danza no sin antes deleitarme un poco mas con esa mirada suya que, aunque totalmente ida, parecía entender mucho mejor que yo de que iba todo esto, bailando y bailando sin parar siendo dueña del tiempo y de todo lo que pasara en aquel momento, incluso de mi misma. Le puse el nombre de Estelle por que me parecía un nombre con clase, como el de alguien que hubiera vivido lo suficiente como para bailar debajo de la lluvia en un momento en el que el mundo aparentemente se había acabado. Cuando la lluvia empezó a hacerme daño me fui no sin girarme de vez en cuando hasta que su imagen se me perdió entre el chaparrón.
Al día siguiente cuando el sol se reflejaba en los charcos que se habían formado la noche anterior volví, no había ni rastro de Estelle, no lo había ese día ni lo habría nunca más. Muchas noches pasee por aquella zona con la esperanza de encontrarla, sobre todo cuando me sentía sola pensando que solo ella podría entenderme, pero nada. Otro día que llovía, muchos meses después de lo ocurrido, salía del bunker del Sr. Simulador, con la apatía propia de esas noches de sexo en las que yo esperaba mucho mas, aún en el Apocalipsis, la vi, entendí entonces, con una fe ciega, que era en aquellos momentos y no en otros en los que la podría encontrar, aquella imagen volátil suya con aquel mismo vestido que ya empezaba a caérsele por los hombros, unas vueltas torpes que sonaban como a piano, el pelo pegado a la cara por el agua, y esa misma mirada de esperanza perdida como si la vida se echara un pulso con la muerte, me pareció en aquel momento tan casual, tan propicio, yo que reprimía las lágrimas haciéndome la fuerte, aun en el Apocalipsis, y de repente esa imagen, me pareció tan publicitaria, con una belleza propia de un buen spot, hecho para ganar festivales, que te dejan pegado a la tele diciendo: “que fuerte”, era una imagen repetida, la misma lluvia, pero mi sensación era distinta, realmente esa imagen era necesaria, yo misma formaba parte de esa publicidad, la mire con cariño como si llevara años entendiéndola y toda esa situación me devolvió la mirada, me sentí extrañamente hogareña, ella seguía dando vueltas bailarinas llevada por los hilos que aún quedaban en mi mente de la antigua civilización como si de una marioneta se tratase y entendí lo duro que iba a ser empezar a construir algo bueno a partir de las referencias que tenemos. Decidí dejar de mirar y seguir andando pensando en todo eso, me veía a mi misma caminando con la silueta de Estelle al fondo como si nada le importase. Conseguí entrar en una casa y descubrí unas velas, las puse por todas partes, tenían una botella de bourbon llena de polvo igual que los demás recuerdos, empecé a curiosear como siempre por todos los cajones y demás escondrijos, miré fotos, diarios, recuerdos de viajes, pedazos de vidas y la imagen de Estelle me vino a la cabeza, como música, entonces empecé a bailar y a reír, y a llorar hasta caer sobre mi desesperanzada pero de alguna manera satisfecha, entendí a aquella bailarina loca, de hecho pensé en aquel momento de borrachera que ella era una especie de Mesías conocedora de todas las incógnitas de este cataclismo, después de tanto tiempo sola, incluso compartido, me dí cuenta del vació, ella era puro sentimiento, pura sinceridad, yo me hice la fuerte, otros siguieron con los mismos traumas, solo ella era capaz de reconocer que esto se había acabado y nos recordaba lo bueno que es poder sentir sin que nada importe fuera de todo pensamiento, solo la lluvia, ese vestido, tus recuerdos, tus venas, algo que late, cuando tragas, cuando aspiras, cuando haces vació con tus ojos, tu boca hace mueca y parece sonreír, por lo menos notas que la lluvia cae sobre ti y las gotas hacen la música que bailas y… por lo menos estas vivo. Creo que entonces enloquecí por que pensé que Estelle era un fantasma que solo salía en noches torrenciales a atormentarnos y recordarnos lo que somos, entonces perdí la consciencia. No he vuelto a salir en noches de lluvia.





In-somnio

CAPITULO I

Suena un despertador, un sonido horrible. Una mano sale de la oscuridad para apagarlo, es Clhoe. Retoza en la cama y bosteza. Por la persiana de su habitación entran pequeños haces de luz artificial. Le echa un vistazo al reloj, las 19:00, resopla, es hora de levantarse.
Una taza con agua da vueltas en el microondas mientras se ducha, el sonido de “Surrender” de los depeche mode sale del baño junto a la voz ronca de Clhoe. Unos pies mojados hacia la habitación, se desploma la toalla, unas bragas que suben por sus piernas, calcetines, el pantalón y lo demás que se intuye. Los pies ya calzados avanzan hacia el escritorio, se oye el sonido de una máquina que se enciende y la sintonía del sistema operativo, casi al tiempo el “clin” anunciando que el agua para el té está ya ardiendo.
Otra ojeada al reloj ya sentada frente al ordenador taza en mano y el cigarro humeante en la boca, las 19:45, hay tiempo. C:\ Documents and Settings\Propietario\Escritorio\relatoscortosdelfindelmundo\elhombresincabezaquenoparadehablar.

El hombre sin cabeza que no para de hablar

Crucé la esquina de la calle principal buscando algo, lo que fuera, tal vez un bar que quedará en pie, cada vez es mas difícil encontrar sitios nuevos donde quede cerveza y que esta no esté pasada de fecha o estropeada por la falta de refrigeración. Al cabo de unas calles atisbé lo que antes era una cafetería, costaba hacerse a la idea sobre todo teniendo en cuenta que toda la fachada estaba prácticamente sepultada entre escombros, pero era mejor que nada. Aparté de uno de los ventanales todo lo que se le había venido encima seguramente del edificio que estaba sobre ella, con suerte el cristal estará roto y podré entrar. Una vez dentro observo que no se conserva nada mal. Debía de ser uno de esos bares con encanto, una gran barra al fondo de la sala y varias columnas que adornan el resto del espacio ayudan a hacerme una idea de lo que un día fue, hay algunas mesas que todavía siguen en pie, las demás están tiradas en el piso o están rotas, una pena, son de mármol y el pie que las sujeta de un hierro muy pesado con forma de raíz, como si fuera un árbol. Sorprendentemente el grifo de cerveza está intacto y la bombona del gas para la presión no ha reventado, solo falta que el barril este lleno y será mi día de suerte. Definitivamente hoy me acompaña mi buena estrella, no solo hay cerveza incluso descubro un vaso donde servirla. Bromeo y me digo a mi misma, solo falta que se quede una mesa vacía, empiezo a reírme cuando un ruido me sobresalta, el contacto de una taza de café contra su respectivo plato me ha puesto los pelos de punta, miro a mi alrededor sin ver nada hasta que con un esfuerzo de visión y con la ayuda del único mechero aun con gas que me costó la vida encontrar vislumbro lo que parece ser una persona sentada en una de las mesas que aún queda en pie, está al lado derecho de la barra, en la pared que está detrás de el todavía cuelgan fotos de fotogramas de películas antiguas, su mano sujeta una cucharilla de café que da vueltas en la taza y con la otra hace aspavientos como si estuviera describiendo algo, me cuesta verle la cara, parece que tiene la cabeza agachada y solo veo el cuello de su camisa que asoma de la chaqueta de su traje. Me acerco un poco mas muy despacio, nunca se sabe, aunque parece tan ensimismado en su propia conversación que dudo se percate de mi presencia. En un momento su cuerpo se echa hacia atrás violentamente para apoyarse en el respaldo de su silla como si se riera y así lo hubiera echo si no fuera porque, para mi sorpresa, no tiene cabeza, eso he dicho, es solo un cuerpo que gesticula y habla sin parar cuya falta de testa le impide expresar toda conversación o expresión.